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lunes, 14 de septiembre de 2009

Hubris Presidencial


En la obra de Sófocles, el hubris, el exceso de orgullo que conduce al ruinoso desafío de los dioses, es un tema constante. Una ciudad (polis) se encuentra en peligro, azotada por una plaga asesina, por ejemplo, o asediada por un poderoso enemigo. Los ciudadanos se encuentran indefensos ante la amenaza, y su perdición se avecina. De las sombras surge un héroe, un gran hombre favorecido por los dioses que es capaz de interponer su voluntad ante el destino y salvar a su patria de la inminente perdición. Sus compatriotas, agradecidos, reconocen su astronómico mérito y sus extraordinarios talentos, y le ceden el derecho de gobernar sobre ellos.

El héroe toma el poder en sus manos y dirige los asuntos de estado con una habilidad excepcional. A la medida que la ciudad prospera, los súbditos le rinden a su gran líder una serie de honores. Poco a poco, el héroe va adquiriendo un rango que se aproxima más al de los mismos dioses que al del resto de los mortales. Esto, sin embargo, no lo toleran los seres divinos.

De nuevo surge un gran peligro y la ciudad se encuentra una vez más amenazada. De nuevo toma el líder fuertes medidas, pero esta vez resultan ineficaces. Algunos ciudadanos caen en cuenta de la insensatez del gran líder. Inclusive, algún sabio le hace saber cómo se equivoca y le sugiere que tome un mejor camino. El héroe, cegado por el hubris, considera que sus críticos están bajo la nómina de sus enemigos y que su propio criterio es infalible. Aislado, pero todavía con un dominio total sobre los ciudadanos, insiste en implementar sus desastrosos dictados.

Los dioses, sin embargo administran su justicia sagrada por medio del némesis, la retribución inescapable. Un desastre cae sobre el héroe. Este, convertido en tirano, se desploma, cayendo en cuenta que él mismo es un cáncer para su ciudad y para su propia familia. Para prevenir la destrucción de su patria, deja el poder y entra en el exilio, aquella condición tan detestada por los griegos, para quienes el hombre sin patria era solo un dios o una bestia.

Sería estrictamente académica esta discusión de la tragedia griega si no reflejara tan fielmente la situación política actual en Colombia. Nosotros tenemos, sin embargo, nuestra propia versión, pues en la obra clásica hay muchas veces misteriosos pronunciamientos del oráculo délfico que, si son correctamente interpretados, predicen el desenlace, aunque el tirano los interpreta de una manera errónea pero que alimenta su megalomanía. En nuestra versión macondiana, es el tirano mismo el que emite frases dignas del oráculo, hablando de hecatombes y encrucijadas del alma al intentar velar su ambición de poder irrestringido.

Las palabras del sabio, sin embargo, son tan claras y proféticas como en la obra griega. El distinguido columnista Andrés Oppenheimer, asumiendo el papel de Tiresias, escribe:

“Un tercer periodo consecutivo sería malo para Uribe, malo para Colombia, y malo para América Latina.

Malo para Uribe porque en vez de dejar la presidencia como un héroe, terminará” tal como Menem o Fujimori, quienes también se cargaron las reglas del juego democrático para lanzarse a un tercer periodo.

“Malo para Colombia,” porque pasaría a ser una democracia solo en nombre, “donde un máximo líder todopoderoso generaría una reacción popular que tarde o temprano empujaría el péndulo político en el sentido contrario,” es decir, hacia la extrema izquierda.

Y malo para América Latina porque Uribe impulsaría aun más las tendencias autocráticas que, bajo el liderazgo de Hugo Chávez, van conquistando la región a costa de la democracia liberal.

“Por favor, Presidente Uribe,” escribe Oppenheimer, “abandone esta imprudente idea. Lo terminará destruyendo a usted, y a su país.”

¿Hará caso nuestro Edipo de las advertencias del sabio profeta, o se encontrará antes con el fatal némesis de los dioses? Lo probable es que su cegante hubris le haga creer que es infalible, y que al dirigir el buque del estado hacia aguas tormentosas termine hundiéndolo, y a todos los ciudadanos con él.

Daniel Raisbeck

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